La familia influye en la vida de sus miembros de una manera directa, a través de las experiencias, fortalezas o debilidades, carácter y valores que se forjan y son las que perduran en la vida adulta de cada miembro.
Nadie nace sabiendo ser madre o padre, pero el nivel de influencia que tiene nuestro actuar como formadores parecen tener efectos profundos en la vida que enfrentará en la escuela y luego en la sociedad.
El poco compromiso de algunos padres no es solo el reflejo de nuestro subdesarrollo, sino también una manifestación del individualismo imperante y de una retrógrada visión del rol de la familia, principalmente del padre, en la formación de niños y jóvenes. Probablemente, escondidos en los mismos argumentos de quienes protestan, reclaman y culpen al “modelo” del mal comportamiento de sus hijos, cuando en verdad muchos de los problemas que vivimos como sociedad no tienen su origen en la sala de clases, sino en el living de la casa.
Ya en la educación media la poca participación de los padres en el proceso formativo es evidente. El 87% declara asistir regularmente a reuniones de apoderados, pero la mera presencia en estos eventos no basta. De hecho, 39% de los alumnos de 2° medio declara que sus padres usualmente no están dispuestos a ayudarlos cuando tienen problemas con una tarea, y 33% dice que estos simplemente nunca los ayudan a estudiar. Y si bien no contamos con datos sobre lo que ocurre en la educación básica y preescolar ¿Encontrarán también los padres en ellas una justificación para la mala educación de sus hijos?, olvidando que ellos son los primeros educadores de sus propios hijos
Algunos se justificarán argumentando que la indiferencia es el precio del éxito: el retorno de una hora más de trabajo supera el “costo” de dedicarse a los hijos, compensando luego su irresponsabilidad con el pago de una matrícula en un jardín. Pero subcontratar las obligaciones de padre es el camino más fácil, no el correcto. La indiferencia de los padres le está costando caro a Chile. El Estado no tiene la capacidad para compensar lo que se dejó de hacer tempranamente. Quizás haya llegado el tiempo de fomentar las escuelas para padres. Me temo, sin embargo, que sin un cambio cultural profundo nos encontraremos con la sorpresa de que a ella terminarán asistiendo abuelas y nanas.
BIBLIOGRAFIA: http://www.elmercurio.com/blogs/2013/09/29/15650/Donde-estan-los-padres.aspx